Opinión

San Lucas y el tocomocho (Antonio Sánchez Martín)

Estimado colega: Gracias por leerme. Las críticas siempre ayudan a reconsiderar ideas y opiniones que creemos inamovibles, pero a mis cincuenta años cumplidos suelo escribir más desde la experiencia que desde impulsos, pasiones o eventuales arrebatos.

Me refiero a tus comentarios sobre el error cometido en un artículo publicado semanas atrás donde criticaba el fraude generalizado del susidio agrario y mi aparente confusión con el PER; que no es tal, pues existe una íntima ligazón entre ambos, ya que las peonadas que dan derecho a cobrar el “paro agrario” (otra antigua denominación popular) se pueden conseguir trabajando en las obras del Plan de Empleo Rural (-que por cierto, desde 1996 se llama AEPSA, un nombre difícil de pronunciar que no ha calado entre la gente-). PER le llama la gente y PER le llamo yo, para entendernos.

Estoy contigo en que la alta temporalidad de las labores agrícolas, la mayoría de las veces al albur de la climatología, justificaría el cobro de la ayuda, aunque la escasez de su cuantía, -por debajo incluso del salario mínimo interprofesional-, no da más que para una mera subsistencia. Por eso el fraude es consustancial a este subsidio, porque ningún agricultor puede vivir con él y tiene que “buscarse la vida” trabajando en “negro” en cualquier otro trabajo.

Dice el sociólogo extremeño Pedro M. López Pérez, en un artículo publicado sobre el tema en el diario El Mundo, que “el PER o AEPSA es producto de una política discriminatoria hacia Extremadura y Andalucía, (las dos únicas regiones donde se cobra este subsidio en la actualidad) pues en realidad lo que se hizo durante los años ochenta en estas comunidades fue una reconversión agraria a la baja; cuando en el resto de España se hacía una reconversión industrial, donde a los mineros, los trabajadores de la siderurgia y la metalurgia se les jubiló anticipadamente con pensiones que igualaban o superaban su salario de partida (…) En cuanto al fraude en el cobro del subsidio agrario, se trata de algo que parece innegable por parte de trabajadores y empresarios”.

Por aquellos años ochenta, que monopolizaron casi al completo los gobiernos socialistas en Andalucía y en España, llegó el PSOE al Gobierno de la Junta prometiendo una Reforma Agraria de la que nunca más se supo y conformó a los agricultores con una exigua ayuda que les obligaba ineludiblemente al fraude. Por aquel entonces se volcaban camiones cargados de tomates y hortalizas españolas en las cunetas de las carreteras francesas. ¿Recuerdas? Ahora son los productos marroquíes los que hacen la competencia desleal a los agricultores españoles, algo que se tolera, -de nuevo por un gobierno socialista-, por tal de evitar conflictos con el vecino del otro lado del Estrecho.

Esa es la pena que el “voto cautivo” de los campos andaluces y extremeños se compre con una ayuda miserable. ¡Qué barato les sale el voto! Luego, sales fuera, y ves todo lo que pudieron hacer y no hicieron por nuestra tierra gobernantes como Felipe González y Manuel Chaves, paisanos andaluces que prefirieron antes los votos que representan la miseria del agricultor, a que su tierra prosperara y rompiera definitivamente los tópicos de siesta y juerga. ¿Dónde están las industrias andaluzas? ¿Por qué la -renta per cápita- andaluza sigue por debajo de la media española y europea? Se apostó por un campo subsidiado y por un modelo de sol y playa, y así nos ha ido. Hoy, uno de cada cuatro parados españoles es andaluz, en uno de los países europeos con peor pronóstico de recuperación económica.

Te decía que a mis cincuenta años cumplidos suelo escribir desde la experiencia. Llevo casi treinta años en la Serranía de Ronda y cuando llegué, a principios de aquellos ochenta de los que hablábamos, me pasé once años en un pueblo de apenas mil habitantes, donde los días que había que “sellar el paro” los trabajadores subían al Ayuntamiento y regresaban poco después a sus quehaceres en la construcción, o incluso, una vez cumplido el trámite, marchaban a trabajar a la cercana Costa del Sol, donde habían avisado que mañana llegarían más tarde. Entonces se exigían 45 peonadas para cobrar el paro agrario. Luego fueron 35 y hoy sólo se exigen dieciocho. Facilito me lo ponen.

Casi veinte años después, cuando me disponía a mantener durante una campaña electoral una reunión con los vecinos de la cercana pedanía de Los Prados, un vecino de allí y gran amigo (M.R.L.), conocedor de mi manera de pensar, se me acercó para advertirme “No te metas aquí con el asunto paro, porque la gente se ha comprado muy buenos sofás y han alicatado muchos cuartos de baño con ese dinero”. Ya ves que no opino desde mis propias impresiones, y me temo que, o tú debes ser San Lucas, o eres el único que piensa que en el subsidio agrario no hay fraude.

Decías, además, que cuando Andalucía progrese no tendremos ya ni fuerzas para levantar un liviano vaso de cristalina cerveza. Yo no se tú, porque no te conozco, pero yo para entones espero ser capaz de levantar algo más que una simple jarra de cerveza, porque escribo desde la indignación que me produce ver como navega a la deriva una sociedad de la que tanto recibí y a la que tanto debo. Una sociedad que me gustaría que mis hijos recibieran mejorada, donde la justicia realmente fuera ciega, prevaleciera el mérito sobre la recomendación, y los valores frente a la filosofía de lo “políticamente correcto”.

Hasta entonces seguiré trabajando. Mientras tanto, cuídate. No tendré inconveniente en invitarte a esas cervezas que me pides… siempre y cuando tú pagues las tapas. Con la misma confianza que me tratas, me despido: Hasta luego, Lucas.


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