Opinión

Corrupción Basal (Manuel Ramírez Troyano)

Resulta difícil permanecer ajeno ante las continuas noticias de corrupción política que se vienen escuchando: Gürtel, Velódromo Palma Arena o Unió Mallorquina, y es imposible no sentir un “déjà vu” de los casos Roldan, Filesa o Malaya.

Admitiendo la intrínseca dualidad del ser humano, con sus conceptos opuestos y complementarios cuya resultante es nuestro comportamiento,  queda claro que estar situado en medio de donde mucho hay, es la mayor prueba a la que se ve sometida la integridad humana.

Estos casos, indignación de tantos, no surgen por generación espontánea, responden a una situación social concreta acompañada de un cambio de valores en la ciudadanía, cambio éste, que permitió pequeñas y cotidianas corruptelas dentro de una situación normal de la sociedad y que aparecieron mucho antes que los grandes casos. Esta corrupción social es lo que se podría llamar corrupción basal, génesis de la gran corrupción que hoy llena titulares y juzgados.

El fulgurante crecimiento económico ocurrido en los últimos treinta años, unido a una desastrosa gestión social del cambio de estatus sufrido por la población, es el caldo de cultivo de esta corrupción basal. El enriquecimiento rápido se convirtió en un valor predominante, tan sólo recordar aquellas lamentables declaraciones de Carlos Solchaga siendo Ministro de Economía, donde se jactaba de lo fácil que era dar un pelotazo económico en nuestro país; este señor puso encima de la mesa lo que iba a ser nuestro futuro inmediato. La admiración por los ciudadanos que se enriquecían repentinamente, no dejaba espacio para valorar los modos y maneras de tales logros. Esta admiración vino seguida de fascinación por la ostentación y culminó en embobamiento frente al derroche. Un consumo desmedido fue una de las consecuencias de esa etapa. Fué entonces cuando apareció la especulación en su vertiente más sangrante: ciudadanos convertidos en especuladores acapararon viviendas de nueva construcción, con la esperanza de beneficiarse de su revalorización en un corto espacio de tiempo. Hubo quien lo consiguió, pero en el camino quedaron: familias con dos inasumibles hipotecas, viviendas a precios desorbitados, jóvenes sin posibilidad de acceder a ellas y bancos enriquecidos; ya que toda esta especulación se basaba en el ficticio dinero que estos proporcionaban. Se recomienda al lector que cuente los pisos deshabitados en la UE-19,  ó los chalets cerrados a cal y canto en las urbanizaciones de la periferia. Todos vendidos, muchos vacíos.

Y para que esta selva funcionara resultaba imprescindible una clase política que participara del festín. Los ayuntamientos se llenaron de personajes que tan sólo buscaban su particular pelotazo: arrojaban carnaza económica permitiendo la construcción desmedida de miles de casas. La gente votaba contenta, pensando que con estos políticos todos ricos;  justificando para ello la corrupción basal.

Cuando el Sr. Marín Lara firma el decreto para iniciar la construcción de Los Merinos, se convierte en un gurú del pelotazo; y cuando se niega a inspeccionar las obras para comprobar la veracidad de las ilegalidades que muchas voces denunciaban, se convierte en piedra angular de la corrupción basal. No quiere ver lo que sucede en Merinos, y sin embargo ve lo que nadie en “La casa del Rey Moro”, donde la libre protesta de un ciudadano acaba entre rejas. No es la primera vez que la corrupción basal recorta la libertad de expresión en este pueblo.

Los continuos malabares que se hacen con los PGOU,  forman parte de esta corrupción basal que permitirá el enriquecimiento rápido de unos pocos. Una pregunta: ¿en manos de cuantos propietarios quedarán los terrenos calificados como residenciales en el nuevo PGOU?, no saquen las dos manos para contar, les sobrará una… y pico.

Cuando el Sr. Marín Lara utiliza el dinero municipal para  intentar monopolizar los medios de comunicación locales contribuye a la corrupción basal. Alterar el equilibrio democrático, permitiendo a los políticos invadir los medios de comunicación, es una corrupción del sistema. El Sr. Marín Lara dispondrá las noticias que se deben oír y cuales no. El que debería ser observado intenta convertirse en el único observador. En Ronda al apagón analógico se le añadirá un apagón informativo.

Eludir los preceptivos concursos públicos, dividiendo las obras a realizar por el Ayuntamiento en partidas inferiores a 3000 euros para poder otorgarlas graciosamente a la constructora de cabecera, todos los alcaldes tienen una, es otra forma de corrupción.

Lo ocurrido con los terrenos del campo de fútbol y antiguo recinto ferial  es una corrupción como sillón es a sillín.

El Sr. Marín “transfuguea” a placer. Abandonar a quienes confiaron en él es corromper el sistema, tanto como lo corrompen quienes le  dan cobijo y posada bajo sus siglas. Pueden enseñar tantas sedas como quieran para vestir a la mona, que así se quedará.

Pensar que toda esta corrupción basal se mantiene por amor al arte sería ingenuo, en alguna perdida agenda o pequeño pen-drive estará la clave. Recuérdenlo cuando vean en el próximo telediario a Matas, Correa o Bárcenas.


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