Opinión

Los polvorones tránsfugas

Llegó otro año más la Navidad… ¡Y que la sigamos viendo y felicitando por mucho tiempo! Y con ella llegó también la lotería, que pasó de largo, como casi siempre, y se fue para muchos la última esperanza de espantar esta maldita crisis. Pero con tan entrañables fiestas vino también la consabida e inevitable cajita surtida de polvorones, “Made in Estepa”, que los alumnos mayores de los colegios venden para costearse sus viajes de fin de curso.

Obligado por la amistad y la solidaridad con un padre que tenía a su hijo hipotecado con diez cajas de los dichosos dulces, compré una con el tácito acuerdo del -aquí te quiero ver cuando sea a mi niño a quien le toque venderlos-. Al abrirla, me encontré, ¡oh, sorpresa!, que junto al tradicional mantecado de canela de toda la vida, venía todo un surtido de “okupas” que jamás tuvieron sitio ni lugar entre los polvorones clásicos. Que si el mantecado de limón o la bolita de coco, que si el praliné de turrón y la hojaldrina… y así hasta un sin fin de nuevas “especialidades” que completaban el surtido. Juro por Dios que es el último año que compro una “cajita sorpresa” de estas, que más que una caja de polvorones se asemeja a un kit completo para el suicidio de un diabético.

A mí, esto de las cajitas “surtidas” de mantecaos me pone los nervios de punta, y me recuerda de una forma muy especial a la lista que los partidos políticos presentan en las elecciones: -O te la tragas entera, o la dejas-, sin la más mínima posibilidad de escoger entre los candidatos. Así que uno elige la candidatura de un partido y resulta que, como las listas son cerradas y paritarias, se lleva de paso todo un surtido de “hojaldrinas políticas” que nadie conoce y que, de no ser porque las listas vienen precintadas como si fueran cajas de polvorones, no las compraría ni Dios.

Por fuera, la caja que me vendieron resultaba aparente y con empaque. “Mantecados Caseros. Elaboración Artesana. Calidad Suprema” –rezaba en la cubierta-, y la tapa transparente ofrecía una sugerente imagen de su interior, con los mantecados de canela y ajonjolí a primera vista. Pero al abrirla, me di cuenta de que esa “sugerencia” se conseguía gracias a que una plantilla de plástico, -a modo de “wonderbrá”-, elevaba los mantecados hasta la superficie, algo imposible de apreciar a través de la tapa. Los conté y apenas si venían veintiún polvorones, incluidos los de limón. Ya es casualidad, -pensé-, que sean tantos como concejales tiene el Ayuntamiento de Ronda; pero bajo la primera capa, adulterando su contenido, me encontré a las dichosas hojaldrinas, al “praliné” de turrón y a ocho bolitas de coco que, como si fueran tránsfugas de otros surtidos, empiezan a ser habituales en las cajas de polvorones.

La pena es que en casa somos poco amantes del coco: Yo le tengo alergia, y a mis niños, como “el coco” les asusta desde chicos, no les hace gracia. Si alguien las prueba de vez en cuando, es mi mujer; aunque poco, la verdad sea dicha, por culpa del colesterol. Por eso, desde entonces, el praliné y las dichosas bolitas, -convenientemente vigiladas por el mono de la etiqueta del anís-, sufren destierro forzoso en el plato que hay sobre la cómoda de la entrada; desde donde se ofrecen con poco éxito al cartero, a los vecinos y a quienes pasan por casa en estos días para felicitarnos las Pascuas.

Poco a poco se van consumiendo estas fiestas entrañables. La lotería dio paso a la Nochebuena y ésta a la Navidad, y así se van completando, una tras otra, sus inmemoriales efemérides. La botella del anís está ya casi vacía, pero el mal fario de la lotería parece haberse contagiado al praliné y a las bolitas de coco, porque nadie se las come… No sabía yo que había tanto alérgico al coco… más bien será cosa del colesterol.

En fin, que a las cajitas de polvorones surtidos que venden ahora les pasa lo que a las mujeres cuando las ves de lejos: que luego de cerca, y sin “wonderbrá” ni maquillaje, pocas confirman las primeras impresiones. Y por lo que se ve, a las listas electorales les pasa otro tanto: vota uno a Blas Infante y si te descuidas acabas eligiendo a Pablo Iglesias. Y es que, a menudo, muchas de ellas encierran inimaginables sorpresas de transfuguismo y adulterios. Políticos, claro… políticos.

Antonio Sánchez Martín.


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