Opinión

El hombre masa

Carlos Hoces.

Desde que tenemos constancia de los tiempos siempre ha habido una tenaza que ha coartado la libertad del hombre. Primero fueron los astros, después los mitos y tabúes, y más tarde, el temor a Dios. Jehová empuñaba la espada de fuego, incendiando Sodoma e inundando la Tierra. El más mínimo descuido provocaba su ira implacable, tanto para el libertino desafiador como para el que no ponía el celo debido o, simplemente, golpeaba dos veces la piedra.

Se creó el Cielo y el Infierno bajo un código férreo de conducta. No valía con ser bueno y honesto, las pequeñas faltas aseguraban una buena temporada de llamas en el Purgatorio. Incluso el asceta del desierto era condenado, después de toda una vida en recogimiento místico, por haber tenido un “mal pensamiento” (una fantasía sexual) en el último día de su vida.

El Renacimiento fue una segunda oportunidad para que el hombre se fijara en sí mismo como principio y fin, después de siglos de oscurantismo, encerrado entre murallas al albur de las arbitrariedades del señor feudal, las guerras y las pestes, incontestables castigos de Dios ante los exiguos desvaríos de los temerosos campesinos. Había que inventar algo efectivo que pusiera un freno real a la osadía de vivir sin miedo, el fuego en la Tierra que ya no quema a los muertos, sino a los vivos.

Lluvia distinta al Diluvio ha apagado las llamas inquisitorias hasta traspasar con su frescor las mentes más encadenadas y establecer el definitivo Reino de la Democracia.

Capitalismo, consumismo, libertad y derechos humanos, pero bajo la atenta mirada del Nuevo Ojo, esta vez no enclaustrado en un triángulo, sino en una pantalla a todas horas presente en nuestro cuarto de estar, y su arma más mortífera, Los Telediarios.

“El hombre masa” ya no cree en nada, excepto en la Televisión. Cualquier pelagatos que se asome al Cuadrado puede convencer con sus invectivas al más preclaro librepensador. Mañana sale una curiosidad (Distribuida por una agencia noticiera americana) que asegura que los ojos azules son producto de una mutación genética de un solo individuo y ya la gente lo cree con la misma certeza que nuestros antepasados creían en El Génesis. O una emisora con logotipo de astado mellado augura que los males del país se puedan achacar al Presidente del Gobierno de turno, a la rigidez del mercado laboral o a una asignatura de la Educación Oficial, o a una bandera o himno.

Los telediarios se encargan del resto. De una década de bonanza quedan los ciclones, los asesinatos desconocidos o una  simple “puñalá  trapera”. Ahora, con la Madre de Todas las Crisis, la ración de miedo está servida al punto cada día a la hora de la cena, en la cajita luminosa que ha ocupado el stand de los Santos Evangelios.


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