Opinión

Los pecados del arte moderno

Antonio Sánchez Martín.

 Hace años llegó a mis manos el libro de Javier Esparza titulado “Los pecados capitales del arte contemporáneo” que analiza críticamente el arte actual.

Como indica su autor, el libro no va contra del arte moderno, sino contra el abuso, –que en muchos casos roza la estafa-, del arte contemporáneo. Porque: ¿Se puede considerar como arte unas latas viejas con los excrementos del artista, una mesa forrada con cartones de huevos o un retrete sobre fondo blanco? Pues por composiciones de este tipo se han pagado auténticas fortunas, aunque en el futuro, a buen seguro, no valdrán nada.

Afirma Esparza que el “arte” actual se ha convertido en algo incomprensible para la mayoría de la gente, que asiste resignada a las inverosímiles interpretaciones que se hace de él por temor a ser acusados de incultos o anticuados. Gran parte de esas “obras” no son verdaderas expresiones artísticas, sino un simple intento por sorprender, cuyo efímero valor quedará enterrado por la siguiente provocación. Muchas de ellas muestran además una apariencia “contestataria” con el sistema, cuando en verdad lo único que pretenden es subvencionarse desde el poder, que seguramente tampoco entiende este tipo “arte”, pero que se siente moderno y progresista amparándolo.

En la misma línea, el pasado martes se inauguraba en la sede de las Naciones Unidas de Ginebra la polémica cúpula de Miquel Barceló que no ha dejado indiferente a nadie, ni por su discutible valor artístico, ni por su elevado coste, cercano a los 20 millones de euros. La obra fue inaugurada por los Reyes de España, el secretario general de la ONU, el presidente Zapatero, y el ministro Moratinos, entre otras personalidades. En esencia, se trata de 35000 kilos de pintura proyectada sobre el techo, que se han dejado chorrear y secarse hasta formar estalactitas de múltiples colores. Como espectáculo estético no está mal, y como cualquier obra abstracta admite todas la interpretaciones que se hagan de ella.

El propio autor la explicaba diciendo que “es un espejismo del mundo goteando hacia el cielo (¿?) con árboles, dunas, asnos y gentes multicolores escurriéndose gota a gota, consumiéndose también. Es la unión absoluta de contrarios. Este nuevo cielo ginebrino es una metáfora en favor de la paz y del entendimiento entre culturas y civilizaciones”. ¡Tóma ya!. La verdad es que la explicación del artista entenderse, se entiende poco; entre otras cosas porque ni los árboles, ni la gente, ni los asnos aparecen por ninguna parte. Mal empezamos.

Como el autor es catalán, se me ocurrió sondear también la opinión de sus principales diarios. El Periódico de Catalunya –aclaraba- que “Barceló había querido plasmar los derechos humanos y la alianza de civilizaciones” (Pienso que con los derechos humanos hubiera sido más que suficiente y que la alianza de civilizaciones, si alguna vez llega a producirse, ya tendrá su monumento artístico).

Por su parte, La Vanguardia reconocía no tener muy claro el significado de la obra de su paisano, pero afirmaba: “Sea el mar o sea el cielo, la cúpula es una aportación cultural de primera magnitud, que Barceló interpreta como un mar agitado por los vientos y las olas; un cielo revuelto por los dioses que claman por los derechos humanos de los terrícolas”. (¿En qué quedamos: Mar o cielo? -Insisto en que sólo es pintura que se ha dejado secar mientras chorreaba… hacia el suelo, como es lógico).

Tampoco han faltado críticas por el elevado coste de la bóveda: casi 20 millones de euros. “Es una gran obra artística: La capilla sixtina del siglo XXI”, (ahí es nada), -afirmó Moratinos-, reacio a reconocer la elevada cuantía del proyecto que ha impulsado su Ministerio para promover el arte español en los foros internacionales “No voy a contestar a la pregunta sobre cuanto dinero se ha invertido porque el arte no tiene precio y no hay que confundir el precio con el valor artístico”, -alegó el responsable de Exteriores-, pero admitió que el 40% de la factura, -ocho millones de euros-, se pagarán con fondos públicos que iban destinados a países en desarrollo. Toda una indecencia, con la que está cayendo.

Recuerdo una obra de teatro que vi hace años en Madrid, donde el protagonista era un dentista “progre” y acaudalado que se gastó una fortuna en un cuadro absolutamente blanco. Los amigos que pasaban por su casa para verlo apenas lograban disimular una mordaz sonrisa de guaseo ante su evidente ausencia de valor artístico; pero temerosos de ofender a tan próspera y conveniente amistad, acordaron en secreto expresarle su admiración por haberse hecho con una obra de incalculable valor, que expresaba como ninguna otra “el rastro sutil que deja en la nieve el esquiador, instantes después de cruzar por delante del pintor”.

Aunque no soy crítico de arte, me parece una auténtica “passada” gastarse más de tres mil millones de pesetas en pintar un techo. Con todo mi respeto a su obra, me parece que Barceló ha pegado el –pelotazo- de su vida, aunque no me extraña, conociendo el apoyo que los –sociatas- brindan al colectivo de -artistas progres-. Entre “Escayolas El Mellizo” y los “Hermanos Vega” posiblemente podían haber hecho lo mismo y más barato. Así, se hubiera ahorrado una pasta gansa al erario público, ambas empresas hubieran remediado la calamidad con que amenaza esta maldita crisis, y a estas alturas ya tendríamos dos nuevos artistas internacionales, andaluces por más señas. Pero se ve que en esto de hacer patria, como los catalanes, ningunos. La última vez que lo intentamos mandamos a Remedios Amaya a Eurovisión y nos volvimos sin un puto voto. ¡Qué razón tenía mi padre cuando decía que los catalanes son gente lista y sacrificada, capaces de dormir en el frigorífico porque no se fían de que se le apague la luz!


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