Opinión

La obligación

Manuel Giménez.

Estaba entretenido en la web del periódico (un gran trabajo del Sr. Flores), con las historias que me manda mi amigo Valderrama, cuando ni él ni yo tenemos ganas de trabajar y aprovechamos para tener algo de contacto con Ronda.

Entre las noticias que no me manda, una rueda de prensa de las juventudes del partido socialista. No conocía a ninguno de los que salían en la foto, pero parecían buenos chavales. Sentados a una mesa, presentaban una campaña en contra del proyecto de directiva de la Unión Europea sobre horarios de trabajo. Esta es la famosa directiva con la que se pretende establecer que, en ciertas circunstancias y profesiones, la semana laboral pueda llegar a tener hasta 65 horas, algo que representa una caída al vacío en los derechos de los trabajadores.

Este debate se ha mantenido en Europa a lo largo de la última década. Algunos países defienden la libertad de dar cobertura a los trabajadores que sí o sí deben trabajar 65 o incluso más horas a la semana. Este es el caso de Alemania y los países del este, fundamentalmente. De otro lado, los países mediterráneos, no están dispuestos a ceder unos derechos que tanto nos ha costado conquistar.

Quizá sea una forma paternalista de entender el estado, pero ciertas libertades no pueden permitirse, pues encierran en sí mismas un germen de abuso que trepana cualquier posibilidad de buen uso que existe en una concepción abstracta. No se puede permitir que el mercado lo regule todo. El mercado de horas de vida tiene que estar limitado, por ejemplo.

Aunque a muchas profesiones (a la de abogado) no les afecten estas regulaciones, me alegró ver la lucha con causa de los que el día de mañana serán nuestros alcaldes, ministros o presidentas. Por eso intenté ahondar en el sentido de la protesta de los jóvenes socialistas, en los argumentos de socialdemocracia moderna que me podían aportarme, en la necesaria pretensión de un mundo mejor, que implica no aprobar normas de regreso a la esclavitud.

Visité la página web de internet y quise firmar un manifiesto en su apoyo. Para ver cómo atraían a su causa a los trabajadores esclavizables.

Sin embargo, encontré lo más parecido a un panfleto, donde se regalaban dogmas como si fueran cuestiones de fe. Sólo pretendían convencer por una razón de autoridad, obviando cualquier autoridad de la razón. Aunque intenté encontrar el texto oficial que el Parlamento Europeo votará en diciembre, no había ni rastro. Incluso en una carpeta en que se leía “documentación de interés” (era evidente que estaría ahí, pensé), lo que encontré fueron…¡modelos de pegatina para imprimir con la imagen de la campaña! ¿cómo pueden pretender que exista una opinión crítica en un tema tan grave si el único argumento que aportan son pegatinas para ponerlas en las carpetas? Es lícito plantearse que los chicos de la foto ni siquiera habían leído el texto que criticaban y se limitaban a repetir en voz alta las consignas que les ha dado algún bastardo interesado.

Encontré otras campañas similares a la de la juventud del PSOE. Una en la web de UGT, otra en la de CC.OO. Por único material para justificar su posición ofrecen una escueta declaración colmada de feroces críticas contra las 65 horas semanales de trabajo(que comparto) y nada más. Nada sobre el texto, nada sobre la opinión a favor de aprobar esta regulación que existe en media Europa y que quizás estaría bien conocer. Nada de sapere aude.  

Volví a mirar la foto. El desafío de la política no es un negocio de pastoreo de borregos, menos aún para los jóvenes. No basta con que las juventudes del partido político A o del partido B sean independientes del partido al que pertenecen. Cada uno de sus miembros tiene el derecho -¡la obligación!- de pensar por sí mismo.

Y lo que no sea eso, no es política. Es simplemente un fraude. Un puñetero fraude.


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