Opinión

P.S.O.E. Bolivariano

Antonio Sánchez Martín.

El número de partidos políticos siempre ha sido un buen criterio para medir la salud democrática de un país, pero en España parecemos abocados irremediablemente a un bipartidismo radical que hace muy difícil la supervivencia política de los partidos minoritarios. Con el tiempo, la cultura electoral del ciudadano se ha incrementado notablemente, a la par que su conciencia del “voto útil” y, poco a poco, los votantes han ido concentrando su apoyo en los dos grandes partidos que representan los modelos sociales actuales: -El conservador-liberal y el social-demócrata-.

Tanto PSOE como PP lo saben, y por eso se han lanzado a la caza de votantes para “engrosar” su base electoral con nuevos apoyos que les permitan mantenerse en el gobierno, o alcanzar en el poder en el caso de los populares. Con esa intención, tres han sido los principales compromisos adoptados por los socialistas en su último congreso: Regulación de la eutanasia, modificación de la Ley del Aborto y la propuesta de que los inmigrantes puedan participar en los próximos comicios municipales. Esta vez los socialistas han defendido sin disimulo su giro a la izquierda, tal vez pensando en el nuevo mercado de votos del colectivo inmigrante, por aquello de que por su condición de “proletarios”, suponen que son votos naturales de la izquierda.

La jugada puede salirles mal a los pupilos de Pablo Iglesias si piensan que los inmigrantes, sobre todo los hispanoamericanos, les van a entregar sin más su apoyo electoral, o que éstos carecen de principios democráticos que les hagan cuestionarse el sentido de su voto. Se sorprenderían si conocieran a fondo la altura moral de los suramericanos, su educación y el enorme respeto que profesan a la sociedad que les acoge. Casi todos vinieron a España para superar las dificultades de sus países de origen. Muchos lo hicieron con intención de quedarse, buscando para sus hijos el mejor futuro posible, y gran parte de ellos han logrado integrarse plenamente en nuestra sociedad.

Un buen ejemplo de lo que digo son los numerosos soldados hispanos alistados en nuestro ejército, algunos de los cuales incluso han dado su vida por España, cuando hasta hace bien poco muchos de nuestros conciudadanos se declaraban objetores de conciencia para evitar hacer la mili. Son gente que cuidan con veneración de sus mayores y a los que no les “molestan” para nada los hijos “imprevistos” o con síndrome de Down. No en balde la tasa de natalidad española ha repuntado en la última década gracias a esa generosa manera de afrontar la vida, sin reparar siquiera en la dificultad añadida de encontrase fuera de su país de origen y lejos de los suyos. Ojo, que muchos inmigrantes no son tan modernos ni “progresistas” como suponen los socialistas y puede que luego haya sorpresas en las urnas.

Porque supongo que cuando los socialistas, con su secretario general a la cabeza, hablan de permitir el voto al colectivo de “inmigrantes” se refieren a aquellos que decidan integrarse plenamente en nuestra sociedad, acaten nuestra Constitución y compartan su futuro con nosotros como nuevos españoles. Tanto unos como otros nos necesitamos mutuamente, sobre todo si observamos los datos demográficos actuales de la población española, en las que cada vez son más los pensionistas, lo que obligará ineludiblemente a incrementar el número de cotizantes a la Seguridad Social si queremos garantizar la estabilidad del sistema; piedra angular del estado del bienestar que actualmente disfrutamos, impensable al comienzo de la democracia, hace más de treinta años.

En mi opinión, el derecho al voto debe asociarse forzosamente a la condición de “ciudadanos” que comparten un país, un estado y un proyecto común; al igual que los residentes comunitarios pueden votar en las municipales porque Europa es el “marco” de convivencia que nos vincula. Pero proponer el derecho de voto a aquellos inmigrantes que residen en España como simples transeúntes o a los que pertenecen a culturas tan distintas a la nuestra en las que, por ejemplo, se obliga a las mujeres a cubrirse la cabeza con “shador” y se las azota para corregirlas, se acuerdan sus matrimonios por intereses económicos o se aprovecha que regresan de vacaciones a su país de origen para practicarles la “ablación” genital, sería una irresponsabilidad de incalculables consecuencias.

Ya conoce Zapatero las limitaciones de su Alianza de Civilizaciones: Hace cuatro años, musulmanes fanáticos segaron en Madrid la vida de casi doscientas personas. Poco les importó entonces que muchas de ellas fueran inmigrantes y compatriotas suyos que contribuían con su trabajo a engrandecer nuestro país. Hace unos días, en un hospital de Sevilla, los cirujanos separaron a dos siamesas melillenses cuyos padres profesaban esa misma religión. Ese es el camino: Podemos y debemos ser solidarios, pero no irresponsables. Espero, por el bien de España, que el partido socialista no esté buscando votos a cualquier precio para mantenerse en el poder, aunque estoy seguro que Zapatero no dudaría en declararse “Bolivariano” si con ello creyera granjearse la simpatía de los suramericanos que trabajan en España.


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